BREVÍSIMA HISTORIA DE LA SOMBRA




Autobiografía de Juan

Esta historia es ficticia. Cualquier coincidencia con la realidad se debe a que relata las peripecias que a cada ser humano le toca vivir para adaptarse al mundo social.

Está basada en vivencia cotidianas ajenas y propias, más las que aportan dos notables biógrafos de la sombra humana: el maestro Khalil Gibran y el poeta Robert Bly.



En la nebulosa de mis más remotos tiempos, se perfila el recuerdo de mis primeros
días de nacido.

Yo en la cuna, y frente a mi, unos rostros extraños e inmensos (como esas fotos distorsionadas con lentes especiales que vemos hoy) y unas voces resonando en mis oídos vírgenes:
- "Será un gran científico".
- "Va a ser un político destacado".
Y mi propia voz, que en un idioma
también virgen gritaba:

- "¡Mentiras! ¡Malditas mentiras!.
¡Voy a ser músico...!"

El recuerdo se difuma en lontananza de un tiempo sin nombre, de un tiempo sin tiempo...
Nací libre, espontáneo e inocente. Digamos que se me compararía con una esfera que completa los trescientos sesenta grados. Mi energía era tan pura y total que se dijera una bola de luz radiante, un globo pletórico de aire, un pájaro de largas alas...
Tuve, por cierto, un par de padre: papá y mamá. Ellos velaban por mi bienestar y deseaban que fuera educado, correcto y con un futuro exitoso.
Las ambiciones de mis papás parecían contraponerse a mi exultante espontaneidad, a mis berrinches, mis arrebatos, a mi energía desbordante que parecía no tener límites.
Cuando me di cuenta de que mis haceres provocaban reprimendas, aunque no lograba entender por que, empecé a guardar en una bolsa todo aquello que parecía "peligroso" ante ellos; y no sólo ante mis progenitores, también se sumaron maestros, vecinos, tíos y cuanto individuo se aproximaba a mi.
La esfera ya no tiene 360 grados, el globo se va desinflando, el pájaro luce sus alas rotas...
Mi yo social había nacido.
La bolsa empezó a crecer vertiginosamente, merced a mis miedos, mis iras, mis mentiras (naturales e inocentes), porque "los niños bien educados no tienen miedo, no se enojan, no mienten". A medida que crecía se veía que sería un "ciudadano modelo". Las migajas de mi ser iban engrosando las arcas de mis disfraces y de mis máscaras cada vez más alejadas del núcleo esencial, aquel Juan de los primeros balbuceos y de los vacilantes y genuinos primeros pasos. Hasta mi sonrisa, que era pura y vibrante como un sol, se fue trocando en una mueca acartonada adaptable a cada circunstancia. En el seno de mi familia, aprendí a callar oportunamente, a ocultar mis amores y mis odios, en aras de esa moderación tan bien conceptuada.
A veces, cuando llegaban visitas, tocaba el piano. Mi corazón latía al compás de los acordes algo desafinados; sentía mucho miedo de no hacer un buen papel, y una vergüenza que hacía que mis mejillas ardieran. Los elogios coronaban siempre la representación, y suspiraba aliviado. Allí empecé a odiar la música.
Y en la escuela, primero en la primaria y después en la secundaria, me lo propuse y lo conseguí: fui un niño y un joven ejemplar, el mejor comportamiento, las más altas notas. Aunque odiaba las matemáticas, siempre sacaba diez.
Todos elogiaban mi prodigiosa madurez.
En la soledad, solía llorar. Rumiaba mi bronca y mi frustración.
Cuando cumplí dieciséis años, me enamoré. La muchacha era bella como una diosa y rubia y luminosa como una estrella, un rostro de muñeca, un cuerpo escultural.
Nunca me animé a confesarle mi amor. (A la bolsa, había arrojado también mi coraje).
Un día la vi con otro. Supe que había perdido la oportunidad más grande de mi vida.
Mi rostro se volvió triste.
Me propuse en adelante, no dejarme llevar por mis sentimientos. Me dedicaría a estudiar, a viajar, a "progresar en la vida". Entonces decidí que sería abogado como mi padre.
Fui medalla de oro. En el foro, mis éxitos se multiplicaron. Defendí a culpables cuanto a inocentes con la misma brillantez. Mis bolsillos y mi bolsa se abarrotaron como las hojas secas en el otoño. Pero mucho más pesadas.
El peso llegó a ser tan agobiante que mi columna se resintió, comenzó a ponerse rígida y el dolor se tornó insoportable. Cuando el médico me diagnosticó un problema clavicular, respiré aliviado.
Unos comprimidos -que disfrazan los síntomas- hicieron que pudiera soslayar las verdaderas causas de mis contracturas. Y, ¡viva el corso!.
Seguí cubriendo de grotescos disfraces mi yo verdadero. Me sumé de nuevo a la caravana interminable de mascaritas sin alma.
Y seguí cargando bolsillos y bolsa con imparable fruición.
A veces sueño que cabalgo en un brioso caballo blanco y llevo en ancas a la bella de mi frustrado amor...
Después me casé, y aunque este episodio será motivo de otro relato -os lo prometo- les adelanto que mi pareja -mi imagen especular- no se parece en nada a la novia de mis quimeras; y mis hijos , mis adorados y hermosos hijos, llevan ya una nutrida bolsa, aunque les aseguro, más liviana, mucho más liviana que la mía. Y eso me tranquiliza un poco.
Ahora, que estoy en la edad que los psicólogos llaman ambiguamente "mediana", mi trabajo consiste en ir retirando de la bolsa los jirones de energía pretérita que claman por luz.
He vuelto a la música. (Me apresuré al decir que la odiaba). En realidad es mi gran amor.
Pero no os aflijáis. Me está yendo bastante bien. Dios y el universo son infinitamente generosos y siempre nos dan una nueva oportunidad.

Fuente del relato:
"Hacia una Psicología Espiritual" - Martha B. Carranza/ Silvia C. Ciarlante

Imágen del post: "Salto a la Luna" - óleo de: Pájaro.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

La historia es triste y dura. Pero la leo con una sonrisa, porque pienso qué bonito es cuando uno va sacando de la bolsa esas cosas guardadas, las mira, tira las que no le sirven, limpia las que son de uno.
Qué lindo es empezar a volver a ser. Es lindo caminar.

Besuchis, BeT (con calor de primavera! está precioso el tiempo)

Anónimo dijo...

Hola Bet,

La historia de Juan es la historia de muchos juanes, pepitos y marías, por no seguir una interminable lista de nombres;) Creo que salvando las circunstancias, el grado de luces y sombras y la intensidad de lo reprimido, todos y cada uno de nosotros somos fiel ejemplo del juan que habla en esa conseguida historia.
Se cumple así un afirmación que hizo un sabio: pasamos la mitad de nuestra vida formándonos un yo acorde a la sociedad, y la otra mitad intentando liberarnos de esa máscara para volver a SER, sin límites ni etiquetas.
Gracias por la enseñanza y por abrirse Juan ;)
Un abrazo,
Juan

Anónimo dijo...

Mi sombra también es alargada y mi saco enorme, pero recién ahora estoy empezando a iluminar la sombra y llevo ya mucho tiempo en la labor de descargar el saco...
¡Qué bonito Bet, qué hermoso!; y que curioso esto de las sincronías: el sábado pasado, leyendo el libro "La enfermedad como camino", que me ha resultado muy revelador por cierto, me topo por primera vez con este término de la "sombra" del ser humano; estuve dos o tres días dando vueltas a todo eso, ensimismada y sin pasearme por estos lugares de allende los mares que tanto me gustan, y cuando por fin me decido a abrirme de nuevo al mundo y os visito me encuentro en "Prender la luz" y aquí con entradas que abundan en esas ideas nuevas que habían surgido en mi vida... Es algo mágico; la "vida consciente" es mágica.
Perdona por alargarme tanto, pero me parecía oportuno contarlo.
Besos extremeños( por cierto: en Extremadura se llama besos extremeños a unos bombones hechos con higos secos que son típicos de aquí, también hay un licor de bellota que se llama "Beso extremeño" y también se llaman así unos panecillos rellenos de jamón, queso, chorizo o salchichón de la tierra que vienen listos para hornear y comer... Puede que te venga alguna idea...)

Bernardo dijo...

Hola Bet!!!

Muy bella historia, todos podemos encontrar un pequeño o gran reflejo de nuestras vidas en ella, q hermoso es poder darse cuenta q tenemos q modificar nuestra forma de vivir y no tener q esperar al ultimo aliento de vida para darnos cuenta.
Que tarea la de poder hacer q nuestros hijos puedan vivir de esa forma, con libertad y haciendo lo q sienten sin caer en los otros extremos de esta sociedad.

Nunca es tarde para encontrar el camino donde poder cabalgar junto al gran Amor.

Gracias por compartir esta bella y aleccionadora historia.

Saluditos.

Ber

BeTina dijo...

Mari, triste y dura, la historia de todos los seres humanos, pertenezcamos a la cultura que sea. Esa sombra ("si mismo reprimido", "alter ego", "si mismo alienado") manifestada por el conjunto de los aspectos rechazados del inconsciente, lo que significaría: la otra cara del ego (su lado oculto). Acorde a la cultura que nos tocó vivir, comenzamos a dividir la realidad y nuestras propias actitudes en "buenas y malas", almacenando aquellas que no se adecuan al ideal social, en lo más recóndito del inconsciente. Este proceso es ineludible y no podemos evitar vivirlo, en mayor o menor grado.
Lo bueno es que hay una etapa de nuestras vidas en que depende de nosotros "trabajar" con esa sombra y como dice Juan (me refiero al Juan del Viaje de Riddhi, no al del relato...jejeje) volver a SER. Creo que el camino está en la espiritualización de la vida más que en lo que nos enseña la psicología tradicional, llevándonos a un camino de adaptación, éxitos, progresos, etc, que en definitiva sólo enmascaran dicha sombra si no es acompañado por un camino espiritual.

Más besos para vos, con primavera y todo ;-)

Juan, coincido contigo y como le decía a Mari, es un proceso ineludible y necesario, desde tiempos históricos, el hombre ha vivido entre la luz y la sombra, ese conjunto de energías rechazadas y expulsadas al inconsciente (arquetipos) que nos persiguen y están ahí, aunque tratemos de enmascarar y tapar.

Gracias Juan por tu aporte y comentario!!

Hoxingu! me alegra que participes y aportes tu testimonio y me encanta eso de que te "alargues" en la exposición. Al post lo hacemos todos, compartiendo nuestras experiencias y sentires ;-)
Ya que nombras el tema de "la enfermedad como camino", precisamente esas enfermedades son la luz de alerta que se enciende, una de las maneras que la sombra tiene de manifestarse, más que enfermedades, yo las llamaría síntomas de la sombra que quiere salir a la luz y decirnos "aquí estoy" .
Parte de esos aspectos negados los depositamos en el inconsciente, "reprimiendo". Otra parte se la atribuimos a otros, "proyectando". Y otra es enviada al cuerpo, "somatizando". Es por eso que las enfermedades que padecemos nos hablan mucho de esa sombra y pueden ayudarnos a "trabajar" con ella.

Uy!! me encantan esos besos "extremeños"!! sobre todos los de higos y el licor (muero por las cosas dulces...jejeje!! (será parte de mi sombra??)
Gracias!! mil gracias por el comentario, el aporte, los besos (los comestibles y aquellos que tocan el alma). Abrazos de invierno primaveral...

Bernardo, gracias a vos por tu comentario. Y es verdad, nunca es tarde... y en definitiva es uno de los grandes retos de nuestra existencia: "conocernos a nosotros mismos".

Gracias a todos y que tengan un día maravillosos!!
BeT

Emerald dijo...

Uff cuanto nos parecemos al relato!sin darnos cuenta la bolsa se llena y pesa, y cuando por fin ya no damos más y deseamos alivianarla, sentimos que vamos en contra de muchos estereotipos de la sociedad.
Siempre hay una segunda oportunidad pero cómo cuesta cambiar los hábitos!
Un abrazo